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Dado que la vida de un Bodhisattva es extraordinaria, los medios para volverse uno deben ser extraordinarios.
Cuando estaba en mi peor momento, conocí a quien me ayudó a salir del abismo. Hay miles de casos de personas que se han recuperado gracias a la ayuda de alguien más. Eso no tiene nada de especial.
Pero el suceso en sí resulta extraordinario para quien lo vive. Después de años de asumir que el mundo es de cierta forma, llega alguien y te revela que hay otro mundo, otra forma de vivir.

Cuando le cuentas a otros que existe una realidad escondida repleta de conocimiento sobre la mente, el espíritu y el mundo, tal vez suenes como alguien que no dice nada nuevo. Y sí. Seguramente no dices nada nuevo. Pero la experiencia que vives te hace pensar que has descubierto una nueva realidad.
Las personas que me revelaron que el amor verdadero existe, no fueron ex-parejas o gente de aventuras románticas en algún viaje. Fueron desconocidos dispuestos a extenderme su mano y ayudarme a salir del infierno. Fueron ángeles caídos que lograron salir del inframundo, que se dieron cuenta que la ira es una energía sumamente poderosa capaz de cambiar nuestra condición si sabemos domarla. Fueron Bodhisattvas. Seres que solían vivir en la mierda y que lograron salir de ella. El asunto es ese: para salir, necesitaron la ayuda de otros Bodhisattvas.
Necesitas alguien afuera de la enfermedad
Esta persona, obviamente, debe ser alguien que conozca la enfermedad de principio a fin. Debe ser capaz de descifrar todos tus sabotajes, engaños y estrategias nocivas que usas para permanecer igual. Un demonio no engaña a otro demonio. Menos a uno que ya posee sabiduría. Por ello necesitas alguien que haya estado en el infierno y que haya logrado salir de él. Sin esta persona, es imposible cambiar.
El siguiente requisito es querer salir de la enfermedad. Si aspiras volverte un Bodhisattva, ¿cómo esperas lograrlo si no posees amor propio? La liberación individual es un requisito para poder liberar a otros (el Hinayana no es tan inferior después de todo). Otros podrán ser compasivos contigo pero debes abrirte a la compasión. Debes querer ayudarte y quererte, debes estar dispuesto a dejar de estar enfermo.
La disposición a estar bien es la llave a la compasión de otro bodhisattva, la cual no es diferente de la compasión propia.
Necesitamos sabiduría que no es humana pero que está presente en todos
Este elixir se llama Dharma. La Ley Cósmica. El Orden Universal y la Verdad Fundamental de la Realidad.
El Dharma es una salud omnipresente que, al contactar con ella, reestablece nuestro sano juicio. El Dharma regresa a su lugar las energías que se desviaron de su torrente natural y que comenzaron a dañar nuestro sistema físico y mental. Esta naturaleza pura que mejora nuestra condición, no es una creencia, no es un dogma, no es una moral absurda. Es simplemente un suceso que se comporta de forma armónica y balanceada, y que disuelve las prisiones mentales que hemos cultivado.
Te diría que es como una ciencia de la mente y del ser pero es más que eso. El Dharma es tanto un mecanismo lógico como un sistema sagrado trascendental. Sin duda alguna es lo que permite que el resto de las artes ocultas sean posibles. Quien comprende el Dharma posee el poder de transformar y justo eso es lo que nos permite extender nuestras alas y emprender el vuelo para salir del abismo.
El Bodhisattva es quien otorga el Dharma porque es quien lo conoce y lo ha practicado. No importa si el Bodhisattva es principiante o avanzado. Lo que importa es que ya probó ese nectar de sabiduría y sabe que funciona. Sabe que ese Dharma es el método supremo. No importa si no lo llama Dharma, no importa si no sabe que él mismo es un Bodhisattva. Lo que importa es la activación de la enseñanza en uno mismo y la transmisión de ella a otros, lo cual me lleva al siguiente requisito.
No es suficiente con dejarse ayudar y estar dispuesto a mejorar
Debe haber también una fuerte motivación de compartir con otros este descubrimiento que libera. La buena noticia es que esta motivación surge naturalmente cuando te liberas de la ignorancia. Esta motivación es tan intensa para el que la vive, ya que resulta evidente que si todos los demás comprendieran que viven en una prisión mental, no solo se liberarían sino que también se volverían personas altamente benéficas.
Un Bodhisattva “recién nacido” percibe la red esclavizante inherente a la especie humana. También le estorba, le resulta antinatural. Por eso no deja de pensar en la posibilidad de que más personas sean libres. Incluso, el Bodhisattva principiante se vuelve de las personas más molestas porque no deja de hablar sobre el tema. Con el tiempo, entiende que cada quien tiene su proceso, pero no por eso la intención de que todos sean libres desaparece. Esa nunca se va.
Y ya, lo que sigue es la perfección de las cualidades del Bodhisattva, cualidades como la generosidad, disciplina, paciencia, ímpetu, meditación y sabiduría.
En resumen, te conviertes en un bodhisattva cuando alguien más te ayuda, cuando estás dispuesto a que te ayuden, cuando recibes el Dharma y cuando surge en ti la motivación para ayudar a los demás.
Continuará.
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