
Esta semana adopté mi postura respecto a la crisis del Dalai Lama. En resumen: no considero que Su Santidad hizo algo indebido. Pienso que quien crea eso debe informarse sobre lo que realmente ocurrió.
Mi postura es de esperarse. Llevo 15 años practicando el Budismo Tibetano. A pesar de que el Dalai Lama no es mi maestro y que evidentemente yo no soy tibetano, conozco su trayecto, su religión y parte de la historia del pueblo tibetano.
Sé que desde que los chinos invadieron y anexaron al Tibet en 1959, el Dalai Lama ha estado en la mira del Partido Comunista de China. Incluso, el líder del Gobierno Tibetano en Exilio sugirió que el video del Dalai Lama que se volvió viral este mes, posiblemente fue editado por “fuentes pro-China”, de modo que mostrara una narrativa falsa.
Cada quien ve lo que trae en la cabeza
Pero mi artículo no es sobre el porqué de mi postura. Como lo comentaba con una amiga, este suceso revela que cada quien ve lo que trae en la cabeza.
Muchos ven un “anciano enfermo con intenciones nocivas”, tal vez porque con frecuencia están expuestos a contenido sobre víctimas de abuso. Otros ven a un Buda de la compasión porque con frecuencia se exponen a la idea de que el Dalai Lama es una emanación de Avalokitéshvara. Otros más ven a un líder espiritual más que resultó igual de imperfecto que el resto de los maestros espirituales porque, pues, así somos los humanos.
Respecto al niño que apareció con Su Santidad, algunos vieron a “un niño abusado cuyos derechos humanos fueron pisados”. Otros vieron a “un niño afortunado que tuvo la suerte de conocer al Dalai Lama en persona”. Según el niño y su mamá, sin duda ellos mismos se ven como muy afortunados.
Como dije, cada quien ve lo que trae en su mente. El hecho de que cada quien vea una realidad diferente de las cosas por lo regular resulta enriquecedor. Pero cuando alguien asume que su percepción de la realidad es la única realidad, surgen conflictos absurdos.
Si yo considerara que mi perspectiva sobre lo que le pasó al Dalai Lama, es la única realidad, no podría validar o incluso considerar como existente la perspectiva y el sentir de las personas que se enfocan en las víctimas de abuso sexual. No podría apreciar que muchos padres sienten temor porque piensan en sus hijos.
Seguramente enfurecería porque no entendería como es que los demás no ven lo que yo veo. Pensaría cosas como: “Pero qué carajos le pasa a la gente. ¿Están pendejos o qué?”
Concluiría que sí. Estaría convencido de que todos están pendejos y que el mundo estaría mejor sin toda esa gente idiota.
Más allá de nuestra perspectiva
Afortunadamente, no creo que mi perspectiva es la única realidad. Es más, puedo estar 100% equivocado. Pero aun si no lo estuviese, el hecho de saber que mi percepción no es la única realidad, me permite entender de dónde viene tanta ira hacia el Dalai Lama por parte de las masas. Me permite entender de dónde viene tanto dolor que sienten los tibetanos.
Antes no contaba con esa apertura. Antes sin duda pensaba que mi perspectiva era la única realidad. Antes pensaba que el sistema era una mierda, que los religiosos son todos unos borregos y que solo lo que me gustaba a mí era lo único valioso. Era una persona bastante molesta, igual que los que piensan que su perspectiva sobre el Dalai Lama es la única realidad.
Para trascender ese mal mental, recibí varios golpes duros de la vida, de mis psicólogos, de mis maestros espirituales y del Dharma mismo.
Porque eso hace la enseñanza del Buda: te desapendeja. Te hace ver que llevas toda tu vida dormido y que toda tu “realidad” y percepción de la misma, no es más que un gran proyección creada por tu mente.
El Dharma del Buda no solo hace cagada a tu ego, también hace pedazos el mundo entero porque “el mundo” en tu cabeza, es un concepto más. Sofisticado si quieres pero concepto a final de cuentas.
Ojalá este golpe al Dalai Lama, al pueblo tibetano, al Budismo y al Dharma mismo, no aleje a las personas de esta enseñanza tan liberadora y urgente.
Que todos podamos aprender de esto.